Cadáveres políticos

Escrito el 14/03/2024
Gorka Fernández

Escuché esta expresión, dirigida a un edil, en uno de los plenos a los que asisto. Es un ejercicio refrescante de la convicción democrática asistir a estos eventos públicos, abiertos a toda la ciudadanía, y contrastar cómo se hace política en realidad en la institución. El lance dialéctico, que busca asentar posiciones, colar propuestas o generar climas (ya sea de confianza entre partidos o del público hacia un partido en concreto) es una bella —aunque en ocasiones tediosa— cristalización de nuestro sistema político.

Las distintas intervenciones pueden marcar el ascenso de un representante —sólo hay que buscar zasca + nombre de político para ver numerosos ejemplos— o determinar que, como decían en aquel pleno, alguien se ha convertido en «cadáver político» y todo su capital se ha ido por el desagüe. En esos casos, los partidos suelen retirar —normalmente, con discreción— a los afectados enviándolos a las filas posteriores y retirándoles la posibilidad de hablar. Si los números acompañan, a veces se envían a otras instituciones con un perfil más bajo y no tanta exposición. En casos extremos, se corta por lo sano y se expulsa del partido. Es lo que le ha ocurrido a Ábalos que, aunque con algunas diferencias, es ahora un cadáver político.

Una variante de esta expresión utilizó Sergio Pascual para referirse a sí mismo tras ser cesado como Secretario de Organización de Podemos y carecer de utilidad política, vaciada, por sí mismo, su representación hacia la gente que le había elegido. «Del sí se puede al no se quiere» subtitula su libro, un relato de cómo se formó un partido dentro del partido que luchaba, no por transformar la vida de la gente, sino por controlar el propio aparato. «Perdimos el Norte, el foco» ha llegado a decir en alguna entrevista.

A los cadáveres políticos suele ocurrirles mucho esto de perder el foco, olvidar para qué están ahí, y se lanzan a cimentar carreras personales y personalistas. De la representatividad, de su compromiso con la gente que les elige —y con la que no, que esto, finalmente, no debe ir de partidos—, apenas quedan rimbombantes discursos que apenas tienen que ver con la realidad.

En política hay pocos pecados verdaderamente capitales y todos están relacionados entre sí. La corrupción, por ejemplo, es el resultado de ser un cadáver político con una impecable oratoria, muy buenos contactos o una combinación de ambas.

Un sinónimo imperfecto es estar quemado o quemada: llevar tantos años —o haber sido tan intenso el viaje— que la persona, sin haber olvidado para qué se presentó, no tiene fuerzas para seguir adelante y se busca una salida, además de honrosa, útil. Al dar paso a nueva sangre, permite a su formación inyectar ilusión en sus posibilidades, en su cercanía con la sociedad civil, renovar discursos y marcos políticos.

El político, como gestor de posibilidades, debe realizar un diagnóstico continuo de la realidad que le rodea y en la que tiene que incluirse a sí mismo. En la política hay pocos pecados verdaderamente capitales. Ser un cadáver político y no darse cuenta, es el peor de ellos.