La ansiada felicidad

Escrito el 11/03/2024
Manuel López Hueso

En uno de mis habituales paseos matutinos, me llamó la atención el eslogan de un conocido gimnasio en la capital, «La felicidad también se entrena». Me quedé mirándolo un rato y pensando en lo que ha luchado el ser humano en su búsqueda incansable por conseguirlo.

Desde que nos levantamos hasta que cerramos los ojos en la cama para dormirnos, estamos buscando en los recovecos de nuestra alma un instante de paz interior que nos regale momentos de felicidad.

Desde bien antiguo, nos tenemos que remontar a la Grecia Clásica, cuando las polis competían entre sí por la hegemonía, apareció lo que hoy conocemos como filosofía, que no es otra cosa que amor a la sabiduría en lengua griega.

Mientras que los espartanos se ofuscaban en darse de mandobles con el enemigo, los atenienses estaban más entretenidos buscando la felicidad. Aunque siendo objetivos, quizás los de Esparta encontraba la felicidad en esa forma de vida militar. Y es que lo que para uno es felicidad, para otros puede ser sufrimiento. Así, si por ejemplo, yo encuentro la felicidad en estar tirado en el sofá un día de descanso tras una semana estresante de trabajo escuchando música clásica, para otros la felicidad radica en salir de fiesta, senderismo o algún viaje estresante por sitios alejados.

Aunque, siendo honestos, hay que decir que la filosofía como tal nació en Mileto años atrás, no fue hasta más adelante donde adquirió gran protagonismo entre la élite cívica.

Rápidamente, empezaron a proliferar por la zona una serie de escuelas, gimnasios de la mente, se podría decir, en el estudio de la sabiduría. Así, por ejemplo, la escuela hedonista afirmaba que la felicidad viene en la búsqueda del placer y los estoicos, en la autodisciplina, y el control de las emociones. Esta última hoy en día es seguida por multitud de personas que tiene como meta llegar a la eudaimonía (que algunos autores traducen como felicidad). Para alcanzarla tenían como una de sus metas llegar a la «ataraxia» o paz y serenidad interior, usando como herramientas el areté, sabiduría, coraje, templanza o justicia, que luego los cristianos cogerían prestadas para sus virtudes cardinales. El cristianismo también puso al servicio de la filosofía una serie de religiosos, entre los que destaca su fundador, Clemente de Alejandría, cuyo fin era la de llevar a la razón al mitos, lo que curiosamente hizo lo contrario que defendía Tales de Mileto.

El estoicismo es una corriente filosófica utilizada durante años, que tenía entre sus eruditos a esclavos, como Epicteto, hasta a emperadores como Marco Aurelio, sin olvidar el acercamiento de Adriano, que hasta puso de moda el uso de la barba filosófica.

Hoy en día, nos prometen la felicidad si votamos a tal o cual partido, verdes, rojos, azules, morados. En ese parchís político nos afirman que con ellos se llega al Estado del Bienestar, donde nos aseguran que estaremos protegidos tanto económicamente como socialmente, aunque yo desde hace años lo veo más como un deber de la clase política que como un mero derecho.

Porque derecho y deber no es lo mismo, y a la Constitución Española me refiero cuando nos dicen, en el artículo 47, que tenemos derecho a una vivienda digna, cuando la realidad es que las entidades bancarias han echado a la calle a miles de ciudadanos que, ahogados por cláusulas abusivas, no han podido hacer frente a lo que se le venía encima. Curiosa forma de dar felicidad a los ciudadanos cuando se rescató a una banca que seguía cosechando inmuebles para sí. Afortunadamente, la ley hipotecaria cambió un poco en ese aspecto.

Y, como todo buen juego del parchís, aquí la meta es el comerse al adversario y contarse 20, o llegar a la cima y contarse 10. Lástima que a veces, a quien nos comen son a los que nos levantamos a las cinco de la mañana para llevar el pan a nuestros hogares, pero ese es otro cantar.

Volviendo al eslogan en sí, recuerda a otro que ya acuñaría el poeta romano Décimo Juno Juvenal en sus Sátiras allá por el siglo II. El mens sana in corpore sano, que según mi juicio es malinterpretado a día de hoy, ya que creo que el poeta iba más por el equilibrio tanto interno como externo del individuo que todas las campañas de marketing que hoy se visualizan de diversas formas.

Coincido con la idea que la felicidad, de no buscarse de por sí, puesto que es algo que todos tenemos si sabemos valorar las cosas que tenemos, la debemos de entrenar día a día, pero para ello tenemos que trabajar otro aforismo, esta vez griego, que daba la bienvenida a los devotos de Apolo en Delfos en su día: «conócete a ti mismo», cita que el mismo Juvenal también utilizaría en sus escritos afirmando que dicho conocimiento solo viene del cielo.

Sea como fuese, lo cierto y verdad es que aún me quedan muchos paseos matutinos para darme cuenta de que la felicidad como tal no viene de mi, sino de fuera, donde se puede encontrar belleza en las cosas más ordinarias que podamos observar.

Me queda aún, como digo, mucho que conocerme aún.