Artículo publicado en el número 2 de tuDesayuno, marzo de 2022
La pregunta sobre la forma del Estado, de unos años a esta parte, se está volviendo cada vez menos baladí. Paralelamente, desde la revolución en las calles que supuso el 15M, la monarquía ha pasado a ser considerada una institución a ser vista como un problema. Incluso en el CIS, que lleva más de siete años sin preguntar a los españoles qué prefieren como forma de Estado, la monarquía aparece al cuestionar cuáles son los problemas del país.
Sin embargo, que el CIS no pregunte no significa que el resto de empresas demoscópicas —incluso medios de comunicación— no lo hagan. La Plataforma de Medios Independientes, que aglutina a 16 grandes y pequeños medios ya ha realizado varias encuestas dedicadas a este tema.
La actualidad, oportunidad e interés que suscita la pregunta sobre la monarquía es tal que incluso se constituyó en 2019 una Plataforma para realizar una Consulta Popular, consulta (no vinculante) que se realizará el próximo 14 de abril.
También es el caso de Electomanía, web demoscópica que ha sido tomada como referente por medios, partidos e instituciones a la hora de las encuestas, y que también se ha sumado a preguntar sobre si los españoles queremos que, como dice algún político, Felipe VI sea «ciudadano Borbón».
Esta última ha publicado recientemente los resultados de su encuesta, donde podemos encontrar que, de celebrarse hoy un referéndum, la República sería la forma elegida por los españoles para la Jefatura del Estado, con un 51,7% a favor, frente al 44,3% de la opción monárquica.
Entre estos resultados, podemos destacar los referentes a La Rinconada, donde el apoyo republicano es aún mayor, del 57,8%, mientras que la Monarquía cosecha un exiguo 38% entre los encuestados.
Posiciones que van fijándose y ampliándose en el tiempo, puesto que ya en abril de 2021 la encuesta situaba en el municipio a la República con un 55% y a la Monarquía en torno al 41,5%.
El apoyo a una u otra forma de Estado, además, está íntimamente ligado a la propia intención de voto. De esta forma, los partidos más a la izquierda definen claramente la opción republicana, con Unidas Podemos (Podemos e Izquierda Unida) con un 95% de apoyo.
Lejos queda el PSOE, con un 75,5% que define claramente su actual equilibrio precario en este asunto.
Mucho más claro es el apoyo monárquico que suscitan los partidos situados a la derecha del espectro político, con Cs como última fuerza de apoyo real (64,2%), seguida de VOX (82,1%), y por último, el PP, que con un 86,4% se sitúa como la fuerza política más monárquica.
En la Rusia chica
La historia política rinconera, la historia de la Rusia chica, como era llamada —republicana primero, antifranquista después, socialista en último término— tiene mucho que ver con este decidido apoyo a la República en nuestro municipio, un apoyo que aún recuperándose, es mucho menor al de épocas pretéritas, empujado hacia posiciones más tibias en la etapa socialista.
De hecho, frente a la defensa a ultranza que de la República (ya fuese la II o el propio concepto de forma de estado) hiciese el Partido Comunista como fuerza gobernante en el primer ayuntamiento de la reciente democracia, destaca la paulatina tibieza con el que el PSOE ha venido viviendo su doble alma: la que conecta con sus ministros republicanos y sus estatutos fundacionales y la actual, donde ni siquiera en su redacción estatutaria aparece ni una sola vez alguna mención al republicanismo.
Es más, en su 40º Congreso se dejó claro que el partido no se posiciona a favor de una república, algo que choca frontalmente con gran parte de su militancia y que ocasiona la erosión entre sus bases.
La Rusia chica pudo aburguesarse con la llegada de la democracia y las políticas agrarias comunes, que permitieron el florecimiento de industrias que tomaron el relevo del campo como generador de empleo, pero la idea de la República y sus valores siguen aún muy vivos en el imaginario colectivo rinconero, cada vez más preocupado por la visión de un país manchado por la corrupción, la falta de transparencia y la lejanía de un verdadero espíritu democrático. ■