5 segundos

Escrito el 18/02/2022
Sheila Guerrero

Vivir con un periodista te crea un vínculo totalmente nuevo con las palabras. Te fijas más en las cosas que pasan a tu alrededor, valoras toda la información que llega a tus oídos y, por supuesto, analizas cada palabra de cada texto, artículo, titular o conversación que llega a ti.

Empiezas a cuestionarte, más si cabe en estos tiempos, si esa información es real, su intencionalidad y buscas instintivamente la manipulación hasta en las conversaciones con tus amigos y familiares más cercanos. «¿Será verdad esto que me cuenta o me la está colando?», «¿ese titular dice lo que debe decir o intenta producir expectación en mí?», «¿por qué me ha llegado esta información?». Seguro que no soy la única que se hace todas esas preguntas a diario.

Y es que estamos rodeados de palabras, todas con miles de significados. Porque la RAE tiene recogidas algunas acepciones, pero para cada uno las palabras significan una cosa diferente y el contexto modifica su significado. Y a esto debemos incluir a las personas que no usan bien las palabras.

Me fascina emplear «botones» en mis argumentos y hoy no va a ser menos así que, para muestra, un botón de cada color.

En el número de diciembre de tuDesayuno dimos cientos de datos y, como no podía ser de otra forma, dimos uno incorrecto. ¿Había intención de mentir? Ya les digo yo que no, y puedo asegurarlo con rotundidad porque en Tu Periódico somos dos personas y el que no escribe corrige al otro. Aun así, algunos de los que detectaron este fallo nos tacharon directamente de mentirosos. Después de leer las cinco acepciones que tiene la RAE para «mentir» diría que ninguna se corresponde con nuestra realidad.

Entendemos todo el contexto, la falta de confianza por parte de unos, las aspiraciones políticas de otros y la inconsciencia de otros tantos que, por ignorancia, despreocupación o conveniencia no entienden o no quieren entender que lo que decimos y cómo lo decimos repercute, directa o indirectamente, en el mundo que nos rodea y que todas las palabras tienen un peso y un precio.

Obviamente, este tipo de comentarios, llegados a este punto, a nosotros poco daño nos puede ocasionar, pero también se dan en el día a día de mucha gente, sobre todo, niños y niñas y se difunden principalmente en la red de redes, internet. No son pocas las personas, famosas o no, mayores de edad o no, que exponen su vida a diario en las redes y no son pocos los comentarios llenos de odio los que reciben.

El segundo y último botón es el caso de Eduardo Casanova, actor, guionista y director que ha sido duramente criticado por su vestimenta en los Goya.

Más de uno y una al leer estas letras dirá que ya sabía a qué se enfrentaba y que para qué decir algo que no es o callarse. Para estos últimos existe ya un adjetivo, «sincericida» aunque, conviviendo con una persona así, puedo decir que «matones» les describe mejor.

Eduardo tiene ya 30 años y un recorrido, pero nadie está legitimado ni debe sentirse legitimado para hacer daño a otra persona, sea quien sea. Nadie es más o mejor que nadie y si tú, lector, piensas que sí, deberías hacértelo mirar.

Llegados a este punto deberíamos hacer una reflexión sobre el mensaje que queremos dar, la imagen que nos gustaría proyectar, el ejemplo que queremos dar a los más jóvenes y aplicar algo que para mí ha sido vital: la regla de los 5 segundos, y no estamos hablando de cuando se cae la comida al suelo. Si ese comentario que vas a hacer puede cambiar algo en 5 segundos es adecuado. «Tienes un moco» o «llevas la bragueta abierta» está bien. «Estás más gorda», «ese corte de pelo te sienta fatal» o «en esa fiesta ibas vestida como una pordiosera» son comentarios un poco regulinchi y que no aportan nada.

Normalmente, no damos las conclusiones nunca y dejamos que sean ustedes quienes lleguen a ellas, pero hoy no puedo reprimir mis ganas de decirles la mía: si no aportan, aparten.