¿A quién debemos la calle? Miguel de Mañara

Escrito el 18/02/2022
Redacción

Calle e Instituto a un hombre más conocido por el personaje que inspiró que por sus logros personales entre el común. Hablamos de Miguel de Mañara, un sevillano universal con más predicamento del que piensas.
Decir Miguel de Mañara —o el Mañara— automáticamente nos hace pensar en el instituto, cuya entrada se realiza además, por la requebrada calle del mismo nombre. Si preguntáramos a cualquier viandante quién fue Miguel de Mañara seguramente obtendríamos un encogimiento de hombros.

Caso distinto es si preguntamos por Don Juan Tenorio, personaje literario del que expresiones como «es un donjuán» o «se creerá un tenorio» han calado en nuestro imaginario, incluso sin leer la obra de Zorrilla.

Miguel Mañara Vicentelo de Leca, tal era su nombre completo, nació en Sevilla el 3 de marzo de 1627, apenas comenzado el reinado de Felipe IV —rey Planeta—, en el año en que el papa Urbano VIII hizo de Santa Teresa de Jesús patrona de España.

Este trasfondo religioso sería importante desde la más tierna infancia de Miguel, propia de un niño perteneciente a una acaudalada familia en la que su padre acumulaba cargos en Cargadores de Indias, familiar del Santo Oficio y hermano mayor de la hermandad de San Pedro Mártir.

Educado como caballero e investido en la Orden de Calatrava con diez años, con trece se vería como único heredero del mayorazgo de su padre.
Casado pronto y enviudado no mucho después, ostentó importantes cargos entre los que se destaca como uno de los alcaldes reales de Sevilla.
La asimilación de la persona real y el personaje literario comienza con Merimée —el autor de Carmen, novela en la que se basaría la aún más célebre ópera— y no ceja con Machado, que acopla su apellido como sinónimo de seductor.

No obstante, no existen suficientes datos de su juventud que sostengan que Mañara fuera un pecador arrepentido, volcado con las obras de caridad.

Todo parece explicarse por su barroca confesión en el lecho de muerte —algo común en aquella época— sumada a la campaña difamatoria a comienzos del s. XIX con motivo de su beatificación, que no consiguió sino reforzar su impronta como filántropo en el Hospital de la Caridad. ■