En apoyo del comercio local

Escrito el 26/11/2021
Sheila Guerrero

Participar en un medio de comunicación te hace pegar la oreja más de lo normal. Algunos lo llamarían ser un cotilla, otros lo llamamos estar informados.

Para la difusión de la revista que tiene usted entre manos he tenido que desplazarme entre La Rinconada y San José y en uno de esos días, durante la larga espera en la parada del microbús, se inició entre dos señoras una conversación casual: el frío que ha llegado de buenas a primeras, la construcción del Lidl y, junto a él, Mercadona y lo mal que sentará al comercio local la llegada de estas grandes superficies. Justo en este punto de la conversación una de las señoras le ha dicho a la otra: «no quiero que mis nietos crezcan más hasta que todo esto cambie. Con lo caros que son los estudios para luego no encontrar trabajo». En ese momento ha aparecido el tan ansiado microbús y las momentáneas compañeras de conversación han seguido sus vidas por separado.

En el trayecto no he dejado de pensar en las palabras de esa señora, en sus ganas de parar el tiempo para que sus nietos tengan una oportunidad real de empleo más allá de las degradantes ofertas de trabajo que llevamos años viendo y viviendo. He pensado en mí y en mis amigos, que bien podrían ser los nietos mayores de esa señora, en las carreras que han cursado, en los estudios posteriores que han estado haciendo, en los estudios «complementarios» que se han visto obligados a hacer y que poco o nada se acercaban a lo que habían estudiado y a su situación laboral actual. Unos tuvieron que dejar la universidad porque no podían permitírsela, otros acabaron estudiando y trabajando en hostelería porque de lo suyo no había nada.

Hace poco me crucé con una amiga de la infancia que me decía que había estudiado hostelería, que había acabado trabajando en la cárcel para mujeres y que ahora, con hijos a su cargo, esperaba que el ayuntamiento le diera algo de trabajo mientras le salía el siguiente curro. Imaginad lo difícil que es salir de la rueda de la precariedad que cuando le dije que estaba montando un periódico y que la cosa era difícil lo único que supo contestarme es «¿y por qué no le pides trabajo al ayuntamiento?». En ese momento pensé que se refería a que el consistorio buscaba a alguien para comunicación o algo así, pero ella me aclaró enseguida que se refería a que fuera a pedir un puesto de barrendera. Estamos tan cansados que sentimos que no podemos aspirar a más.

Por otro lado están los comercios que he estado visitando durante estos días. Todos me dicen lo mismo: «no tenemos dinero», «estamos ahogados», «nadie nos ayuda».

En uno de ellos, el dueño me comentaba que había intentado meter a alguien, pero que, dado el volumen de ventas, no podía pagar demasiado y que aun así las personas que entrevistó le pedían un sueldo superior al que él podía permitirse para sí mismo. Yo misma como empresaria recibo bastantes correos con currículos, pero no puedo permitirme tener a nadie más y prácticamente realizo todas las tareas de la empresa. Los comienzos son duros, señores.

En estos días de contactos, de salir a la calle a hablar con la gente me he encontrado un poco de todo: desde gente que te echa en cara que pidas ayuda de cualquier tipo hasta el pequeño negocio familiar que te dice «sé lo que es estar ahí y voy a ayudarte».

¿Qué tal si todos ponemos nuestro granito de arena? ¿Y si decidimos comprar ese libro al que tantas ganas tenemos en la papelería de debajo de nuestra casa en vez de por internet? ¿Y si nos paramos en el escaparate de esa tienda de moda y nos compramos esa camisa tan bonita en vez de comprar en su lugar 10 camisetas de baja calidad que no nos durará para la temporada que viene? ¿Compramos el próximo teléfono en la tienda de la esquina en vez de en esa gran superficie que se jacta de no ser tontos? ¿Qué tal si vamos a la tienda de informática del barrio a arreglar nuestra impresora en vez de directamente comprar una nueva en la página web de turno? Hasta el simple gesto de ir a comprar la oferta de pan de la tienda de debajo de casa en vez de una barra de pan de supermercado es lo suficientemente grande como para cambiarlo todo.

No vale ser comerciante local, ir diciendo que hay que apoyar el comercio local e ignorar al resto de empresas y comercios que te rodean. No vale decir que apoyas el comercio local y comprar los regalos de navidad por internet. No basta con poner carteles de «apoyamos el comercio local» o llevar un pin en la solapilla del abrigo. Recomienda, consume local, ayuda al que empieza y disfruta de los beneficios que traen consigo ser una verdadera comunidad.

Voy a empezar yo preguntando: lector, ¿en qué puedo ayudarle?