Artículo publicado en el número 1 de tuDesayuno, diciembre de 2021.
Hoy he venido a hacer una confesión. Más que una confesión es un anuncio público. Señoras, señores, soy lectora. Sí, leo a todas horas, desde libros hasta los nombres de las calles al pasar. Soy lectora, diría que hasta profesional. A veces hasta sé leer las frases al revés y mi cerebro corrige, sin que yo se lo pida, las faltas de ortografía. Esto último está bien y mal teniendo en cuenta que trabajo leyendo noticias y a veces me toca corregir textos pero bueno.
Se preguntará usted, querido lector, a qué viene todo esto. Yo resuelvo sus dudas: estoy cansada de ser juzgada por el género y número de lo que leo. «Es que no has leído Orgullo y Prejuicio o Los pilares de la Tierra o, ¿cómo puedes considerarte lectora?», «tienes 28 años y estás leyendo la saga Chaos Walking, ¿no eres ya demasiado mayorcita?» son los comentarios que recibo de la gente mayor y los culturetas. Luego están los ofendidos por la cantidad de libros que lees o porque no te hayas leído ese best-seller tan popular. Qué indignidad ir diciendo por ahí que eres lector y no haber leído algo de Sanderson. Cómo puede ser posible que yo anuncie a bombo y platillo que una de mis aficiones principales es la lectura y no haya leído 200 libros en un año. Espero que los verdaderos lectores, seres de luz, no se ofendan con mis palabras, pero es que estoy cansada de escucharles, me cansan el cerebro.
En este punto de mi presentación y mi queja quisiera hacerles una recomendación literaria, de tantas que pienso hacerles, no apta para lectores esperando que les guste: American Gods, de Neil Gaiman.
Y qué mejor manera de recomendar algo que haciendo una pequeña sinopsis de semejante obra de arte.
Neil Gaiman es un tío que nació inspirado, o eso parece. En este libro cuenta la historia de un señor llamado Sombra al que le pasa de todo y nada bueno. Su mujer muere días antes de que él salga de la cárcel, se lleva palizas cada vez que pestañea, a nadie parece importarle, pero todo el mundo se mete en su vida, su realidad cambia más que su ropa interior y, para colmo, en su camino se cruza un hombre llamado Miércoles que bien podría llamarse Jueves porque está siempre en medio y da mucho por saco.
Sombra, que tampoco es que tenga muchas luces, se deja llevar por toda la movida mística que rodea a Miércoles y bueno, que hubiese sido mejor para Sombra meterse en una secta porque vaya tela.
Este libro tiene de todo: un personaje más tontico que una piedra, un acompañante de viaje que se roba el show, zombies, dioses, un abuelo cachondo y mamporros.
Tiene serie, pero es un truño como una catedral.