¿Foto del alcalde? La encarnizada lucha que se libra en Utrera por el relato público

Escrito el 29/11/2023
Gorka Fernández

El juego mediático y la bronca continua en el tablero político utrerano dibujan una estampa de confusión, ambición desesperada, alejada de lo que debe ser el quehacer político.

Comienza a convertirse en costumbre que en los medios locales utreranos, PSOE y PP se dediquen, a razón de una o dos veces por semana, cartas de desamor y encono. Más allá de la proverbial animadversión producida por las diferencias ideológicas, el desaire entre las dos mayores fuerzas políticas en Utrera viene de lejos y tiene por protagonistas a sus cabezas visibles.

Aún más, la bronca mediática —una extensión de la institucional— tiene que ver con la pugna por el control de la opinión pública, ese ser voluble y desmemoriado que conforma, más allá del color del carné que cada uno guarde en la cartera, el signo final del voto en unas municipales.

El PSOE de Utrera ha sufrido en propias carnes esta volubilidad del electorado a cuenta de un relato sostenido en los últimos comicios donde no pudo resistir el embate de Francisco Jiménez, esta vez bajo las siglas del charrán (o la gaviota, como es más conocida) y con el apoyo personal y toda la maquinaria de Juanma Moreno Bonilla. El resultado de aquel abrazo era que Jiménez volvía a ser alcalde tras ocho años y pintaba de azul lo que se había convertido en un fortín socialista (nunca volvió a ser bastión, pues el propio Jiménez arrebató al histórico Dorado Alé —24 años de alcalde— la alcaldía por la nada despreciable cifra de 12 años).

Que esta guerra cruenta de relatos contrapuestos se libre en los medios, tiene mucho que ver con la propia configuración del ecosistema mediático local, con las costumbres informativas utreranas y con no pocas batallas en despacho en busca de asignaciones institucionales. La carne en el puchero, vaya.

Y es que se dan encuentro dos necesidades de supervivencia: la política y la mediática; configurada una a la medida de la otra, deben proveerse todo el apoyo posible por la conquista de dos plazas. La primera, el imaginario colectivo, paso de obligado cumplimiento para tomar la segunda plaza, la de Gibaxa, donde se ubica el ayuntamiento.

Esta correa de transmisión tiene no pocos inconvenientes y limitaciones, pero alberga una evidente ventaja: es capaz de cambiar, con el necesario engrasado financiero, alcaldías.

Así le ocurrió a Dorado Alé, que infravaloró el carisma —llegó a afirmar que nunca se esperó el espectacular ascenso del PA— y la capacidad oratoria de un Jiménez que, en el debate, resulta igual de letal que jugando al ajedrez. El jugador, doctor en Física, ha barrido en cuanto cara a cara se ha presentado, más allá de valoraciones partidistas. No es baladí que, en no pocos comicios, sus contendientes rechazasen batirse con él o planteasen debates en terrenos conocidos (como el de 2015, que se realizó en la Cadena SER, obviando las invitaciones tanto de la radio local como de una de las dos televisiones).

Debate electoral de 2015, organizado por la Cadena SER y redifundido por Telecable Utrera | Cadena SER/Telecable Andalucía

El uso de los medios locales durante el período de la primera era de alcaldía de Jiménez comenzó una dinámica de transmisión que, corrompida hoy por el abuso solo deja ver lo peor de la política local.

Tal son así las cosas que se convierten en noticia, nota de prensa mediante, incluso, acusaciones de retoque de fotos sobre dos instantáneas diferentes, acompañados de réplicas y contrarréplicas que apartan el foco de interés sobre los problemas del municipio y sus posibles soluciones para centrarlo en el penúltimo escándalo de cartón-piedra fabricado al calor de promesas pre-electorales. Nada nuevo bajo el sol, que se han llegado a hacer portadas que luego se convertían en columnas de quinta al calor de unas declaraciones en pleno sobre las que se aireó mucho y se quedó en nada.

Este cambio de foco, que obvia que la gestión socialista ha sido duramente reprendida en las urnas —pérdida socialista de 3 escaños y más de 1 300 votos, frente a una ganancia del PP de 13 escaños y 10 300 votos (3 y 3 000 votos si lo comparamos con JxU, grupo germen de la lista popular)— achaca problemas y situaciones creados por sí misma a una corporación con menos de medio año de gobierno efectivo a la que no se le concedieron ni los 100 días de gracia acostumbrados.

La batalla, además, juega con la desmemoria en materia de elecciones que padece el común de la población, que no conoce o no sabe a ciencia cierta, si Villalobos o Jiménez son el alcalde. En este juego de despiste —peligroso por cuanto introduce el fantasma ultra de la ilegitimidad— se justifican las peleas por una foto, la presentación de logros (incluso usando el que fue hashtag oficial #UtreraFutura, proveniente del Plan Utrera Futura postpandemia) conseguidos por un gobierno socialista paralelo al oficial. Tan paralelo que incluso José María Villalobos sigue asegurando en su perfil de LinkedIn que es alcalde de Utrera.

Decíamos que esta estrategia no está exenta de inconvenientes, siendo el primero la limitación de su alcance —y he aquí el necesario concurso de los medios—: el relato solo puede iniciarse a través de afines que lo repitan y amplifiquen para que se convierta en discurso.

El segundo es su propia superficialidad, reducida la más de las veces a la dimensión de un tuit: este relato no puede ir más que acompañado de los datos, gráficos y planes que la parte oficial provea y se limita, por tanto, a inauguraciones y fotos finales.

Por último, evidencia una debilidad de propuesta y visión de ciudad, a la vez que clarifica una imperiosa necesidad de vuelta al poder, necesidad nacida, en algunos casos, de exiguas vidas laborales fuera del calor de la política.

Este juego del gato y el ratón emponzoña el quehacer político cotidiano, crea una insana confusión en el ciudadano y abre espacios dialécticos y formales a otros partidos menos moderados y más frentistas que los actuales, aun en un escenario de reducción de las opciones políticas determinado por el hartazgo de prismas ideológicos y la vacuidad de las soluciones aportadas.

En la búsqueda de estabilidad, el pueblo utrerano puede terminar castigando severamente el uso y abuso constante de la bronca y la acusación basada en pruebas de tan poco calado como la posición de una foto o quién es el retratado.